Siempre me han gustado los animales y he sentido una gran empatía por ellos, aunque en realidad, no fue hasta el último momento en el que decidí dedicarme a la veterinaria.
Al principio tuve muchas dudas de si realmente era lo que quería hacer, pero enseguida me di cuenta de que no podía haber elegido mejor profesión.
Me encanta compartir mi día a día con los animales y también con gente que siente el mismo amor por ellos que yo, tanto mis compañeras como los cuidadores de las mascotas que acuden a la clínica. Mi familia siempre ha sido mi referente, me ha apoyado y ayudado en las decisiones importantes.
Trabajar con pacientes que no pueden expresar con palabras lo que sienten me motiva a seguir mejorando cada día y a poder ayudarles en todo lo posible.